Ponele que te miro a los ojos y sufro de locura efervescente.
Ponele que en tu boca despojo de malas artimañas a mi mente.
Ponele que estas lejos de mi rancho, tu risa es mi ignota fantasía.
Ponele que el dolor es tan ancho que el trompa de mi pecho no palpita.
(...)
Ponele que las balizas a tu oreja que vengo a estacionar mi exclamación!
Ponele que el momento que espero aún más que a la plebe dirigente,
es el día que entrelace mis dedos con los que a tus manitas embellecen
Ponele que me cabe la historia que te ha vuelto un tipo diferente.
Yo vengo a decorarle la jeta: pasemos a la página siguiente.